Oímos con el cerebro, y no con los oídos. Por supuesto, necesitamos los oídos para recibir los sonidos, pero sólo entendemos esos sonidos cuando llegan a nuestro cerebro. Entonces, oír es esencialmente la comprensión del discurso, es un proceso cognitivo, y no mecánico, en otras palabras: oír es pensar.
Los oídos transportan los sonidos al cerebro. No eligen qué enviar. En realidad nuestros oídos nunca descansan. Incluso cuando estamos dormidos, están enviando información al cerebro, el órgano responsable de filtrar y seleccionar los sonidos para que no tengamos que prestar atención a aquellos que son irrelevantes o secundarios.
Estas habilidades evolucionaron durante nuestro pasado primitivo, cuando efectivamente, localizar amenazas y alimentos eran fundamentales para nuestra supervivencia.
El cerebro transforma los sonidos para que tengan sentido
Cuando nuestro cerebro detecta un sonido lo compara con los sonidos guardados anteriormente en nuestra memoria. Al hacer esto, puede determinar si conocemos el sonido enviado porque ya lo hemos escuchado antes o bien, procede a archivar el nuevo sonido para que pueda ser reconocido una próxima vez. Mientras tanto, somos alertados de un posible peligro, porque el cerebro no reconoce un sonido.
Desciframos la información sonora
Después de recibir la información sonora, el cerebro la descifra el espacio en el que nos encontramos en función del tiempo que tarda en resonar y la cantidad de eco que genera. También valora el tipo de sonido para determinar el ambiente, a partir del modo en que cambia el sonido, y como éste llega hasta nuestros oídos. Todos estos cálculos ocurren simultáneamente en el cerebro.
Una buena audición implica asegurar que el cerebro reciba toda la información sonora que necesita para descifrar los sonidos. Si el cerebro no está obteniendo los sonidos correctos para trabajar, tendrá que realizar un esfuerzo extra para extraer algún significado del sonido parcial que ha recibido y rellenar la falta de información.
Los audífonos pueden ayudar al cerebro
En vez de aumentar el volumen y sobrecargar el cerebro, tenemos que apoyarlo, dándole las condiciones que necesita para extraer el significado del sonido de forma adecuada. Para eso necesita tener acceso al paisaje sonoro total, de modo que se pueda concentrar naturalmente en las fuentes de sonido más relevantes.
La pérdida de audición afecta a la memoria del cerebro
La pérdida de audición, además de afectar nuestra calidad de vida, también afecta la capacidad para recordar los sonidos cotidianos. Cuando los nervios auditivos dejan de enviar señales sonoras el cerebro “olvida” los sonidos y con el tiempo deja incluso de comprenderlos. La pérdida de audición perjudica la memoria.
Los audífonos modernos no necesitan restringir el campo de sonido cuando están en ambientes ruidosos y son capaces de captar una amplia gama de sonidos principales y secundarios. Los audífonos ayudan a recordar los sonidos olvidados. Por eso las pruebas auditivas son tan importantes, nos permiten detectar el problema auditivo y encontrar la solución adecuada para cada caso.
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